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Mayoría de agricultores trabajan sin riego y con poco acceso a crédito
Ocho de cada diez trabajadores agrícolas (83 %), según el Ministerio de Desarrollo Agrario y
Riego (Midagri), se dedican a la agricultura familiar. Esa fuerza laboral produce más de la mitad (57 %) de los productos agrícolas y casi la mitad (47 %) de los insumos ganaderos del país.
Videnza realizó el estudio “Agricultura familiar en Perú: caracterización, problemática y
oportunidades”, que bien podría ser una radiografía de esta actividad económica.
En el país, más de tres cuartos de las unidades agropecuarias de agricultura familiar se
encuentran en Cusco, Cajamarca, Puno, Piura, Áncash, Huancavelica, Apurímac, Huánuco,
Junín y La Libertad. Pero la mayoría de estas se ubica en categorías precarias. En Puno, el 81 % son de subsistencia crítica, seguido por Huancavelica (64 %) y Cajamarca (60 %). Una unidad de subsistencia crítica, explica Melany Ferreyra, vocera de Videnza, abarca hasta dos hectáreas y tiene menor nivel de tecnificación. “En su forma crítica (40.1 %), no se utilizan semillas certificadas ni se cuenta con acceso a riego, lo que limita severamente la capacidad
productiva”.
En Cusco y Áncash predominan las unidades agropecuarias de subsistencia no crítica, con más del 70 %. En el norte, en Piura y La Libertad, se hallan en categorías más desarrolladas, como la agricultura consolidada (6.91 % y 7.60 %) e intermedia de mayor potencial (17.87 % y 14.57 %).
Según Ferreyra, los consolidados tienen de cinco a diez hectáreas estandarizadas, utilizan
semillas certificadas y cuentan con riego en al menos una de sus parcelas. En tanto, la
intermedia tiene de dos y menos de cinco hectáreas; usa al menos una tecnología o no cuenta
con ninguna.
Acceso a agua y riego
Estas unidades, que producen alimentos y abastecen mercados, enfrentan problemas. Sin
riego no hay producción o hay baja producción. Por eso es importante trabajar en sistemas de
irrigación, porque actualmente solo el 53.4 % de las unidades, a nivel nacional, cuenta con
riego para, por lo menos, un cultivo.
Hay regiones donde la situación es menos favorable. En Puno, solo el 14.9 % cuenta con riego; en Cajamarca, el 24.3 %; y en Huánuco, el 37 %. En contraste, en Cusco, Áncash y Apurímac alcanzan más de dos tercios, aunque es la región imperial la que llega al 85 %.
Otro dato relevante es que alrededor de 1.1 millones de unidades dependen exclusivamente
de las lluvias para producir. Se trata de cultivos como papa, maíz amiláceo, plátano y café
pergamino.
De las unidades agropecuarias con riego, siete de cada diez emplean el sistema por gravedad, el más antiguo y simple usado en el agro. Se aprovecha la pendiente del terreno para que el agua fluya sin necesidad de bombas ni energía. Este tipo de riego no es eficiente en el uso del agua y, además, reduce la capacidad para gestionar escenarios de déficit o exceso hídrico. Se usa en Piura, La Libertad y Cajamarca. En Puno, en cambio, solo un tercio de las unidades se irriga con esa técnica, como ocurre en Huancavelica y Cusco.
Según Videnza, se usa, sobre todo, el agua de ríos (47.6 %) y manantiales (44.3 %). En Junín, tres de cada cuatro unidades son regadas con agua de río, mientras que en Huánuco y Huancavelica usan manantiales. En Apurímac y Cusco, esta fuente también supera el 60 %.
Puno es el único departamento donde se usa el pozo (más del 67 %).
Es necesario señalar que el acceso a riego aumenta el valor bruto de producción (VBP) en 37 % y el ingreso en 31 %. Por ejemplo, en Puno, el VBP por hectárea cosechada asciende a 2 222 soles, mientras que en Áncash alcanza 7 447 soles. “Esta diferencia no resulta plenamente relevante, pues no responde únicamente a un mayor uso de riego, sino también a la presencia de cultivos con valores monetarios distintos…”, señala Ferreyra.
Por eso, cuando varía el patrón de lluvias y aumenta la temperatura, se perjudican estos
sistemas. En ocasiones, aumenta la incidencia de plagas y enfermedades, lo que genera
pérdidas e incide negativamente en la seguridad alimentaria. De acuerdo con el Instituto
Nacional de Estadística e Informática (INEI), en promedio se pierden entre 2.5 y 3 parcelas por unidad debido a plagas y enfermedades. En la costa norte, El Niño ocasiona lluvias intensas, inundaciones y huaicos; provoca plagas como la mosca de la fruta; en la sierra, heladas y nevadas causan pérdidas de papa y quinua; y en la selva, las inundaciones estacionales, los friajes y las sequías extremas afectan la producción.
Sin acceso a crédito
Solo ocho de cada cien unidades agropecuarias familiares solicitaron crédito en un banco: el
94.5 % lo consiguió. En Junín se registró la mayor proporción, con más del 14 %, seguido por
Piura y Apurímac. En cambio, en Cusco y Huánuco no superan el 3 % y 4 %, respectivamente.
Agrobanco es el principal prestamista; le siguen las cajas municipales y la banca privada. Estas cifras, sin embargo, no son uniformes por departamento. En Áncash, Agrobanco otorga más créditos; en Apurímac lo hacen Agrobanco y las cooperativas; en Cusco y Junín, las cajas
municipales; y en Huancavelica y Huánuco, la banca privada.
Según el estudio de Videnza, estos bajos niveles se deben al acceso limitado a información
relevante, lo que constituye una barrera significativa para la toma de decisiones informadas.
Ferreyra dijo que es posible que los créditos se consideren innecesarios por falta de
conocimiento. “Es probable que muchas unidades agropecuarias sí lo necesiten, pero no lo
reconozcan como una herramienta clave para mejorar su desempeño. Además, existe el
mercado informal, con intereses elevados, al que recurren parte de los agricultores familiares”.